viernes, 13 de noviembre de 2009

Curaciones Espontáneas.

Autor Juan Pablo Moltó Ripoll.

Reflexión sobre el poder de la INTENCION.

Este Artículo a sido publicado en la Revista Discovery Salud en España.
Número 121, ver http://psiconeuroacupuntura.blogspot.com/

¿Es posible inducir “curaciones espontáneas” con la Psiconeuroacupuntura?

Los médicos siguen sin poder explicar las llamadas “curaciones espontáneas”. Y, sin embargo, según Juan Pablo Moltó Ripoll pueden lograrse hipotéticamente con una de las técnicas de Psiconeuroacupuntura, método terapéutico que con una de sus técnicas permite llevar a los enfermos a un estado alterado de conciencia inducido mediante respiración holotrópica mientras están siendo tratados bioenergéticamente de forma simultánea con agujas de acupuntura. Licenciado en Medicina Tradicional China así como fundador y director de la Asociación Española de Psiconeuroacupuntura él mismo nos lo explica.


Antes de explicar de manera breve y sintética la propuesta terapéutica que representa la Psiconeuroacupuntura me gustaría recordar al lector que a día de hoy hay básicamente tres concepciones distintas de entender lo que se ha dado en denominar enfermedad algo que, a su vez, define la existencia de tres grandes enfoques terapéuticos o paradigmas médicos.
El primer enfoque corresponde a la concepción hoy predominante, trata al enfermo como una máquina y busca las causas de las enfermedades para intentar así curar o paliar sus efectos. Es pues mecanicista y propia de una concepción puramente newtoniana del universo. La conocemos como medicina alopática, convencional, ortodoxa o farmacológica (algunos la llaman también científica en un intento realmente patético de desacreditar a las demás).
En segundo lugar están las llamadas medicinas alternativas o complementarias cuya filosofía es sustancialmente diferente a la que sustenta el modelo alopático aunque existen muy diferentes corrientes. Entre ellas se halla la Medicina Psicosomática siendo la idea general que la sustenta el que lo que pensamos y sentimos puede “somatizarse”, es decir, repercutir físicamente en el cuerpo. Ejemplos de este segundo paradigma son la Psiconeuroinmunología y la Anatheóresis pero también las llamadas terapias bioenergéticas, es decir, las que básicamente actúan reequilibrando la energía que vitaliza el organismo y que en Oriente se conoce como Chi o Prana. Son los casos –entre otros- de la Medicina Tradicional China, el Ayurveda y, por supuesto, la Psiconeuroacupuntura. Estas corrientes comparten la idea de que la materia no es sino energía con mayor o menor grado de condensación (léase vibración). Y sus postulados se apoyan en los conocimientos más avanzados de la Física Cuántica y una concepción holográfica del universo.
El tercer y último paradigma sería el espiritual y se basa en el concepto abstracto de la existencia de entidades inmateriales inteligentes que actúan -o podrían hacerlo- sobre nosotros por lo que cabría dirigirse a ellas para pedirlas ayuda; desde Dios hasta los ángeles, los santos o los duendes. En última instancia se trataría pues de actos de fe; no es en cualquier caso objeto de este artículo por lo que no me extenderé en ello.
Ahora bien, ¿y dónde encajan las llamadas “curaciones espontáneas”? Porque todos sabemos de personas que han recuperado la salud siguiendo uno u otro tipo de medicina pero, ¿cómo se explican las curaciones que no se deben a ningún tratamiento, sea éste convencional o alternativo? No nos referimos obviamente a enfermedades menores sino a dolencias graves; por ejemplo a casos de cáncer en estado terminal. Todos los médicos saben de su existencia. Y no se lo explican. De hecho son muchos los médicos y científicos –Deepak Chopra, Andrew Weil, Amit Goswani, Edgar Mitchell, etc., por citar sólo algunos de los más conocidos a nivel mundial- que han intentado explicar el fenómeno desde varias perspectivas. Pero todas las posibles explicaciones ofrecidas hasta ahora son, a mi juicio, incompletas.
Voy a permitirme citar el caso de una paciente del doctor Weil: la señora S. R. Se trataba de una mujer que sufría un tipo de cáncer linfático denominado Hodgkin en fase III y que estaba embarazada por lo que como las terapias propuestas por los oncólogos suponían poner en grave peligro el feto optó por buscar alternativas. Le propusieron entonces una terapia innovadora y aceptó seguir un tratamiento que incluía el consumo de LSD o ácido lisérgico, droga psicodélica sintetizada por primera vez en 1938 por el químico suizo Albert Hofmann que induce estados alterados de conciencia -comparados en ocasiones con los de la esquizofrenia o la experiencia mística- y que coloquialmente se conoce como tripi. Pues bien, durante el tratamiento el médico le animó a que profundizara en sí misma y a que se comunicara con la vida que tenía en su vientre. Según contaría luego la paciente en ese momento tuvo un auténtico “fogonazo” de inspiración y sintió que era ella la que podía elegir seguir viviendo o no. El caso es que tras esa “iluminación” o “fogonazo” la enfermedad de S. R. empezó a remitir, el cáncer desapareció y terminó dando a luz a un bebé feliz y sano. ¿Qué es lo que pasó?, se preguntará el lector. Hay quien piensa que no se trató sino de uno más, entre multitud de casos similares, que demuestran que la mente puede influir en la materia sólo con desearlo. Y no, no basta con desearlo. No es suficiente. Hay que creerse realmente que es posible. Y eso pasa por sentirlo.
A S. R. le funcionó porque la terapia con LSD le llevó a un estado alterado de conciencia que le hizo no razonar el asunto sino vivenciarlo internamente, sentir que eso era así, que su curación sólo dependía de ella, de su convicción. Fue esa bomba de energía la que le curó. Es decir, experimentó una especie de iluminación, de entendimiento superior al normal. Y la pregunta obvia es: ¿puede eso conseguirse a voluntad? ¿Pueden generarse potentes “bombas de energía” –por llamarlas de alguna manera- con una fuerza curativa tan poderosa? A mi entender, sí. Por ejemplo con la terapia que a continuación voy a exponer. Pero antes déjeseme aclarar que no es lo mismo “saber” que “sentir”. Porque no sirve de nada que una persona que tiene cáncer sepa que su mente puede curarlo. Tiene que sentir que es así. Y aquí es donde entra mi propuesta terapéutica basada en la Psiconeuroacupuntura o PNA.
¿Cómo? Pues aprovechando los conocimientos de los distintos enfoques terapéuticos antes mencionados y afrontar todas las enfermedades graves –incluido el cáncer- a nivel físico, emocional, mental y espiritual de forma simultánea.
A nivel energético utilizando las agujas de acupuntura a fin de reequilibrar el organismo y lograr que ésta fluya libremente. En este caso la conciencia del sujeto no es importante pues es un acto terapéutico que realiza el terapeuta sin que intervenga la conciencia del paciente. Podemos así hacer que sienta aunque no sepa, justo lo contrario de lo que suele ocurrir normalmente porque lo habitual es que los pacientes sepan pero no sientan y/o no crean. Con la Acupuntura haremos que sientan aunque no crean.
Pero, ¿y si además de hacerle sentir le explicamos al paciente en qué consiste su enfermedad en el plano no-físico y que puede hacer algo para evitarla? Pues eso supondría hacerle tomar conciencia de algo que seguramente no sabía. Bueno, pues si esa explicación se da mientras tiene las agujas puestas comprobaremos que el nivel de conciencia que alcanza el paciente es aún mayor.
¿Quero insinuar que así se producirá entonces el “fogonazo”, la iluminación, que provocará la curación? Seguramente no. Dudo que haya así, sin más, una remisión espontánea de la enfermedad que le aqueje. ¿Y entonces? Pues entonces hay que recurrir al tercer paradigma, al basado en la fe. Pero no pidiendo ayuda a entidad espiritual alguna sino provocando en el paciente ¡un estado alterado de conciencia! ¿Con LSD u otra sustancia psicoactiva quizás? Obviamente no. No parece viable ni aconsejable hacerlo teniendo el paciente puestas las agujas de acupuntura. Además en España no es sencillo el acceso a esas drogas. Por otra parte, no es necesario. Hay una opción mucho más sencilla: la respiración holotrópica que desarrollaron los psiquiatras Stanislav Grof y Cristina Grof. Hablamos de una técnica basada en someter al paciente a una hiperventilación controlada que, acompañada de una suave música, permite inducirle rápidamente un estado alterado de conciencia (el lector puede encontrar en nuestra web –www.dsalud.com- información completa sobre la Respiración Holotrópica en un reportaje que publicamos en el nº 86).
Dirigido por alguien experto la técnica permite que el paciente sature de oxígeno los capilares arteriales más externos; es decir, los distales. ¿Le parece increíble? Pues está comprobado. Y si lo duda respire usted muy rápido de forma intensa y comprobará pronto cómo se le duermen los dedos de las manos. Algo que ocurre porque la corteza cerebral -la parte más distal del cerebro que es el neocórtex- se satura y deja de controlar o imponerse al cerebro emocional o sistema límbico siendo ello lo que altera la conciencia.
Termino añadiendo que llegados a este punto de la terapia es posible que el paciente sienta lo que antes únicamente sabía. Y que es el momento en el que puede darse el “fogonazo” o “iluminación” y la curación espontánea ya que si el epifenómeno ocurre el extraordinario torrente de energía que se genera puede revertir el proceso patológico y hacer que la salud del sujeto se normalice. Por tanto, llevada a cabo por personal cualificado se trata de una vía terapéutica no agresiva a tener en cuenta en este mundo en el que tanto abundan las llamadas enfermedades terminales.
En suma, hablamos de una síntesis terapéutica que, superando la mera fe, induce en el paciente a nivel espiritual la autocuración mental, emocional y física.

Juan Pablo Moltó Ripoll